Genio y figura. El sprinter italiano fue multado en más de una ocasión por lucir un modelito antirreglamentario. Una de ellas fue en la salida del Giro del Vaticano, vistiendo un homenaje al Santo Padre. Importaba más un moreno perfecto. Peleas, polémicas, buen humor, pasiones, corazones rotos… pero sobre todo victorias.
Gracias a su perfecto treno, el cual nunca dejaba pasar la estación, era una autoridad en el pelotón. Si bien siempre dejaba a pocas personas indiferentes, todos alababan finalmente a un Mario muy necesario en este deporte por su poder reivindicativo. Aún se recuerda el año en el que declaró en plena presentación del Giro de Italia que le daba igual la dureza de la ruta, puesto que iba a ser empujado en todos y cada uno de los puertos. Incluso llegó a referirse a la ronda de su país natal como “la temporada de esquí”, debido a la acumulación de montañas.
Con el Tour tuvo buen feeling. No sólo venció numerosas etapas, sino que vencía en él a los grandes velocistas, aunque su temprana retirada no gustaba demasiado a los mandamases de la prueba gala. Una personalidad muy respetada dentro y fuera.
Con quien tuvo peor relación fue con la Vuelta. En 1994 estuvo a punto de la tragedia. Un sprint en Salamanca le hizo replantearse si continuar exponiéndose a esas velocidades. Temerario, no sólo volvió, sino que comenzó sus mejores años tras el golpe. En la Vuelta participó y ganó etapas tan sólo en 2002, año en el que también lograría el Campeonato del Mundo gracias a la forma cobrada en España. Curiosa fue su estampa pidiendo calma a la octava etapa de carrera, tras una media superior a los 50 km/hora tras la salida de Málaga.
Sin mucho efecto, se retiraba cansado de rodar tan deprisa. Ya tenía lo que quería: etapas, forma y moreno, sin marcas en los brazos. Lo bueno o malo de esta historia es que no se trata de un recurso literario, sino de la cruda realidad.
En la carrera española también pudo dejar su impronta, especialmente en la cara/ojo de Cerezo. El español sufrió la ira de un italiano con el que había discutido en la previa. De ese modo, año 2000, fue expulsado de la Vuelta. En 2003, vistiendo el maillot de campeón mundial, optó por tomar la salida para que dejaran competir a su equipo. Una vez hecho esto, se retiró tras la primera etapa en línea. Cuando tienes moreno, tienes menos necesidad de sol.
Así fue Mario, sin embargo, muy apreciado por el gran grueso del pelotón. Una figura de las que se echan de menos. Un Cavendish más adaptado a lo mediático de sus declaraciones. Un terror de los velocistas, los organizadores, árbitros y azafatas, pese a tener unas condiciones únicas para su especialidad. El pánico mayor era el de los intentos de fuga con bidones rondando las cabezas de los atacantes perpetrada por sus compañeros. Una mafia maravillosa y con funcionamiento tan perfecto como el sonido de un reloj.