Campo de viejos y nuevos mitos, fuente inagotable de ídolos, vencedores y vencidos, la montaña que separa y une Madrid, Segovia y Ávila ha visto multitud de epopeyas ciclistas, muchas de tal alcurnia que aún perduran en el fondo de nuestras retinas. Puertos altos, no excesivamente duros ni comparables a los grandes colosos, pero funcionales y escenario de épica.
Navacerrada, Cotos, Morcuera, Navafría, recientemente Abantos, Los Leones… todos ellos han formado parte de la historia del ciclismo y de una carrera que los atraviesa con bastante asiduidad: la Vuelta. Recientemente se podría añadir el apéndice de Navacerrada, la Bola del Mundo, que ha añadido ese salto de calidad que le faltaba a este grupo de montañas.
Escarpadas, pero no al extremo, la sierra de Guadarrama es un oasis en un mar de contaminación y ruidos. Ruido que no olvidaremos completamente, puesto que la estación de esquí en invierno y el constante flujo de visitantes añade compañía a cualquier visita a alguna de las cimas.
La primera vez que uno de estos puertos se incluyó en la gran ronda española data del año 1935, cuando la primera etapa, desde Madrid a Valladolid ascendía el puerto de Los Leones. De hecho, se trataba de la primera edición y el primer puerto de montaña en ser escalado. Un hito que no se debe olvidar.
Después bien es cierto que no fueron subidas decisivas hasta los años 80, donde Pedro Delgado gestó su triunfo inesperado en la Vuelta del 85. En el 89 sufrió lo indecible para agarrarse a su maillot amarillo y conseguir su segundo triunfo, una relación amor-odio se podría decir con unas montañas que le servían a diario de entrenamiento.
También fue decisivo el paso por la Sierra en 1998, donde la general dio un vuelco espectacular, con Olano perdiendo el liderato, Chava vistiendo el amarillo y Escartín avanzando puestos. Un lujo de etapa que vivió numerosas alternativas. Tras aquello rara ha sido la edición en la que los colosos madrileños no se escalasen. Durante algunos años ha sido fijo el Alto de Abantos. Ya conocido en los años 80, aunque de paso, el puerto sirvió como final de etapa en 1999, 2000, 2001, 2003 y 2007.
En ninguna de ellas dictó sentencia, excepto en la cronoescalada disputada en 2003, con victoria en la etapa y la general para un Roberto Heras que remontó en la última semana de forma espectacular a Isidro Nozal.
En 2009 hubo etapa prácticamente intrascendente con subida y bajada a Navacerrada. Lo único reseñable fue la penuria que pasó Robert Gesink ante una lesión de rodilla que le hizo perder la segunda plaza en favor de Samuel Sánchez y otros favoritos. Pero fue en 2010 cuando la sierra iba a volver a ser decisiva.
Se subía por primera vez al repetidor del Alto de las Guarramillas: la Bola del Mundo. Una esperada ascensión que estaba abarrotada de público y con una situación de carrera formidable. Nibali aventajaba en escasos segundos a Mosquera, el héroe español de la edición. Conocido es el resultado, pero por momentos parecía que el italiano iba a ceder el maillot rojo de líder. En 2012 volvimos a ver la ascensión con el sufrimiento extremo de Contador por ganar su segunda vuelta.
Un filtro al que muchos no tienen el respeto debido, pero que termina por pasar facturas pasadas y actuales. Unos mitos que han perdido encanto gracias a pulsómetros, materiales y avances, pero que siguen conservando ese halo de que algo grande está a punto de pasar.