Dos escaladores que marcaron, junto a Fernando Escartín, una época en el ciclismo español, aquella post-Indurain y donde no lográbamos mirarnos a los ojos con los grandes campeones, aunque tampoco nos faltaban muchos estirones. El difunto ‘Chava’ y Roberto Heras tuvieron sus más y sus menos en lo deportivo, marcándose en cada etapa de montaña.
Cuando corría Jiménez, el líder de Kelme se bloqueaba, no lograba soltarle. Cuando el abulense faltaba a la cita, el de Béjar se crecía, sentía que podía con todos los demás. Fue un duelo curioso y que duró bastantes temporadas. Casi todos los enfrentamientos tuvieron lugar en la Vuelta, además, una carrera a la que ambos dieron mucha vida.
Todo comenzó en Los Ángeles de San Rafael. Corría el año 97 y en aquella edición de la Vuelta se disputaba al final un díptico en la sierra madrileño-segoviana-abulense. Zulle dominaba y Escartín se mantenía lejano en la brecha. Heras, compañero suyo en el Kelme, buscó sus oportunidades individuales. Una de ellas tuvo lugar en el Morredero, una montaña durísima que se escaló por primera vez. Se impuso el futuro tricampeón de la ronda española, dejando atrás a un ciclista que se convertiría desde ese momento en su sombra. José Mª Jiménez luchó también con él en Pajares, donde venció el ilustre Tonkov, y en Lagos.
Bien como secante, bien para aprovecharse de su trabajo, bien por iniciativa suya, entre los dos propiciaban múltiples ataques en el grupo de los favoritos. Chava ganó aquella etapa de San Rafael, tras pasar Los Leones. Al día siguiente, en Ávila, a punto estuvo de dar la campanada de nuevo.
El año 98 el duelo cobraría mayor importancia. Heras trabajaba para un Escartín que tenía serias opciones por fin de llevarse la Vuelta. Aún así luchaba los triunfos de etapa (se llevó uno en Segovia a dos días de terminar) y Chava aprovechaba (cuatro triunfos) los ataques de Kelme contra su compañero de equipo Abraham Olano. Una jugada redonda del Banesto, sin duda.
La primera de las victorias de Jiménez fue en el Xorret de Catí, que por entonces se estrenaba. Allí atacó Heras, seguro, valiente y solitario. Tras él salió un fenomenal ciclista que no tuvo problema para dejarle en la estacada. Chava ganó, como también haría en Pal (Andorra), Cerler y Lagunas de Neila.
En 1999 se vio un duelo más abierto entre ambos. En el esteno del Angliru ambos juntaron intereses para escalarlo en su parte más dura. Mejor dicho, Heras hizo el trabajo sucio y Jiménez, en cuanto observó que el ritmo del del equipo de Pino era mejorable, arrancó y se marchó en busca de una victoria que ya ha pasado a la leyenda ciclista.
Desde entonces, fueron varias las ocasiones en la que un ataque de uno fue respondido por el otro; un ataque del otro era respondido por el uno. Rassos de Peguera, Arcalís, Abantos, incluso Serranillos…
El año 2000 fue un buen año para el ya líder del Kelme. Tras haber hecho hincar la rodilla al propio Lance Armstrong (que basó en ello su fichaje millonario por el conjunto americano), se presentó en la salida de Málaga con la intención de llevarse por fin la ronda de su país. Chava, por contra, se encontraba en mala situación. Una caída entrenando en la semana previa hizo que su participación se debiera más a un tema de voluntad que de condición física. Enfrentamiento con el equipo, malas caras y abandono tempranero.
Heras se llevó esa edición. Sin el lastre de su gran rival en las montañas, el español supo despegarse del resto de rivales. Los papeles se invirtieron en 2001, cuando el ya líder del Us Postal se vio afectado por una caída en los días previos a la salida en Salamanca, su ciudad natal, de la Vuelta, carrera de la que era vigente ganador.
Sin pena ni gloria, el ciclista lo intentó, pero se encontró primero con que su estado de forma no era el ideal, y segundo con un Chava de dulce que no sólo secaría sus arrancadas, sino que además vencería en tres etapas.
Tras esta carrera nunca más volvieron a coincidir. Chava prácticamente era ya un excorredor y Heras continuó en su lucha por conseguir una segunda Vuelta. En 2003 sus caminos volvieron a entrelazarse: uno venció por fin su segundo entorchado en la ronda de casa y el otro fallecía tristemente, como todos conocemos. Dos mitos de nuestro ciclismo que durante algunos años nos regalaron bellísimas páginas de ciclismo.