Es danés, lo cual en estos días de confesiones y sospechas nos arroja un punto negativo. Corre en Astana, que es un aspecto muy a tener en cuenta, más aún si es elegido para tareas de líder en carreras importantes. Es completo, disciplinado y, en cierto modo, está siempre cercano a los éxitos.
Se hablaba de él cuando los futurólogos le incluían como gregario de lujo de los Schleck en el extinto CSC de Riijs, posterior Saxo Bank. Allí comenzó a mostrar su talento, aunque los vaivenes de los hermanísimos y el peso de Cancellara le destinaron a cambiar de aventura.
Llegado de RadioShack, en el equipo kazajo se encontró con el liderato casi por incomparecencia. Vinokourov era un jefe más espiritual que físico. Con la llegada de Nibali, paradójicamente, ha encontrado esa calma, ese paso cómodo que se le adapta.
Ahora, una vez ha demostrado ser un serio aspirante a las generales, el equipo no teme repartir su calendario en función del gran capitán. Grande en el Tour y sólido y servicial en la Vuelta. Un corredor que cualquier plantilla querría.
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