Hace poco más de una semana nuestro campeón Óscar Freire nos decía adiós, ya no hay marcha atrás en su decisión. La única posibilidad para que siguiese un año más era la de proclamarse campeón del mundo y ésta se esfumó en el ataque del belga Gilbert.
El cántabro ha sido un corredor atípico entre los nuestros, desde hace mucho tiempo en el ADN del corredor español está el brillar en las grandes vueltas, en las carreras de tres semanas o en su defecto en las vueltas de una semana. Desde los tiempos de Arroyo, Perico, Indurain, etc… ha sido así. Incluso para el aficionado medio y para gran parte del ámbito periodístico sólo valía el conseguir buenos resultados en la Grand Boucle, en la gran ronda transalpina o en nuestra Vuelta, no brillar en esas fechas era sinónimo de haber hecho una pobre temporada para muchos. Otros corredores como Horrillo o sobre todo Juan Antonio Flecha compartían ese mismo ADN con el cántabro.
Por eso Óscar, en nuestro país parece que nunca consiguió la repercusión que se merecía por sus actuaciones y sus resultados. Si Freire en vez de haber nacido en Cantabria, lo hubiese hecho en cualquier localidad belga, holandesa, italiana o francesa otro gallo hubiera cantado, pues su repercusión y carisma hubiese aumentado inimaginablemente, siendo prácticamente un dios para sus compatriotas. Ni siquiera tuvo valoración para los propios equipos españoles, en los que parece que no tenía cabida y dónde se vió obligado a buscarse la vida en estructuras extranjeras, tras su paso por el Vitalicio, tuvo qué seguir con su carrera en Italia, en el Mapei-Quick Step para posteriormente marcharse al Rabobank holandés y terminar su carrera en el Katusha ruso.
Es más, por su carácter, Freire siempre ha levantado filias y fobias a la par, no dejando indiferente a nadie. Su particular personalidad y sus controvertidas declaraciones, en las que para unos estaban fuera de lugar y llenas de soberbia, pero que para otros eran sinceras y decían verdades como puños, no hacían más que alimentar ese aura de no dejar indiferente a nadie. Sus actuaciones levantaba halagos y críticas por doquier, pero una cosa está clara, ahora que no estará dentro del pelotón, se verá la importancia de su figura y se le echará de menos, sin duda.
Nos deja un corredor con una clase inmensa y con un sentido táctico fuera de lo común. Su talento le permitió labrarse un palmarés al alcance de muy pocos: 3 campeonatos del mundo (1999, 2001 y 2004) 3 Milán-San Remo (2004, 2007 y 2010) etapas en Tirreno Adriático, Tour de Francia, además de ganar en 2008 el maillot verde de la regularidad, etapas en la Vuelta a España, Volta a Cataluña, Vuelta al Pais Vasco, Vuelta a Suiza, Tour de Romandía, Gante-Wevelgem, 3 Flechas Brabançona (2005, 2006 y 2007) la París Tours en 2010, y otras tantas victorias….
Incluso en el año de su despedida ha estado a punto de lograr la victoria en varias ocasiones, destacando su escapada en la Amstel Gold Race, que le dejó con la miel en los labios, a un pasito de la victoria.
Nunca le hemos valorado realmente sus 3 mundiales, en el que en varias ocasiones rozó el ansiado 4º título mundial, que le hubiera encumbrado a la leyenda ciclista, ni tampoco sus tres victorias en la Milán-San Remo, dónde hizo del arte de jugarse todas las cartas en un sólo día su mejor baza para ser lo que ha sido, un campeón.
De no existir Óscar Freire en el pelotón nacional habría qué inventarlo y, como sucede en muchos casos, ahora, tras su retirada, se verá y se tomará la verdadera relevancia y valoración hacía la figura del corredor de Torrelavega. Hasta siempre Óscar.
Alfredo Rodríguez López