Última de las Clásicas de Primavera belgas, cuna del ciclismo y hogar de leyendas de las dos ruedas como Eddie Merckx. Un buen lugar para saborear la cultura ciclista y sentirte parte de la carrera.
276 kms y más de 4.000 m de desnivel. Para mi la clásica más dura, ya que la mayor parte del desnivel viene al final, tras haber pasado un montón de repechos y luchado contra el viento (y suerte que hizo muy buen tiempo). El primer error que cometí es en confiarme que acabaría sin problemas, de día, y salir a las 8 junto a la gente que se disponía a hacer la ruta corta (170 kms).
Primeros 40 kilómetros de rodar fuerte, para luego quedarme prácticamente solo hasta Bastogne. Otro problema que tuve es que me quedé sin cuentakilómetros y estimé Bastogne en el km 120, cuando en realidad estaba en el 98 arrastrando
estos 20 kms hasta prácticamente el final, haciéndolo aún más lejano. Pero no solo el viento, la dureza psicológica de los kms, los continuos repechos antes de que llegue la montaña de Lieja y los muros de Stockeu y la Redoute al 20%, ya con 230 kilómetros hacen de esta marcha un mito (casi comparable a los adoquines de Roubaix). También la historia que te rodea, de La Guerra, de los ciclistas (como muestra el monumento a Merckx en Stockeu), y de toda la gente que te rodea y se junta para recorrer los kms de la Lieja-Baston-Lieja.
Gente con la que compartes kms, historias y sensaciones. Como las que sientes en Saint Nicolas, ya cerca de meta, que sin ser excesivamente dura (7,6% de media), notas como ya no hay gas. Cada uno sube a su ritmo, sorprendiéndonos mutuamente de las sensaciones de incapacidad que tenemos. Parece que subimos a cámara lenta, bajos de pulsaciones e invadidos por la fatiga. Ya no hay prisas. Los únicos nervios son por emoción de saber que estamos llegando al fin.
Esto está hecho.
Texto y ph: CARLOS MAZÓN
