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Los grandes puertos del Giro de Italia

Históricamente la gran corsa rosa ha sido el campo de batalla de grandes mitos del ciclismo, que debían responder con sus cualidades escaladoras a las dificultades de tres semanas repletas de altas montañas, incluyendo las etapas más duras de las tres grandes por etapas. Los puertos han sido siempre su seña de identidad, su gran encanto. Puertos imposibles, de trazados inimaginables y casi siempre vestidos con el colorido de los tiffosi, que dan ese toque especial al Giro y que no tienen otras carreras. 

Colosos como Sestriere, que en estos tiempos no pasa de ser un puerto largo y tendido, eran escenario de cruentas batallas con Coppi como protagonista. De hecho, el mito italiano fue el primero en coronar la cima turinesa en 1952. Más tardíos fueron las irrupciones del Stelvio, el Monte Grappa o el Bondone, coronado en primera ocasión por Julio Jiménez en 1968. El Gavia fue estrenado en 1960, si bien se le mitificó en 1988 con el temporal de nieve y hielo que pasó a la historia como una de las etapas más dantescas jamás vistas.

Anteriormente ya se ascendían puertos como el Terminillo, el Pordoi o el Sella, clásicos estos dos últimos de los archiconocidos Dolomitas que más tarde relanzarían otra serie de puertos más duros. Gigantes como la Marmolada ya tuvieron que esperar para ser estrenados en los años ’70. El Blockhaus también era una realidad por aquel entonces, con Merckx dando exhibiciones en gran duelo con Fuente. Las Tres Cimas de Lavaredo también veían largos y bonitos duelos por la maglia rosa.

En 1994 se subía por primera vez hasta los 2.700 metros de altitud del Agnello. Sin embargo, la gran irrupción del Giro ha sido y será siempre el Mortirolo, un puerto que se salía de los cánones establecidos y que era realmente un infierno. Indurain, Pantani y Berzin lo convirtieron en un símbolo del ciclismo épico y de ataque lejano, si bien desde entonces no se ha visto una batalla tan completa como la de aquel 5 de junio. Sus apariciones han sido relacionadas además con el término Dolomita, algo inexacto para el coloso de Mazzo.

El reinado en los listados de puertos más duros fue del Mortirolo durante 15 años hasta la aparición en la Vuelta del Angliru, que puso en duda su estatus. El Giro intentó reaccionar contra ello y puso en liza el Zoncolan, una montaña imposible que fue estrenada en 2003, pero que no vio visitada su cara más dura hasta 2007. El tridente se discute en la actualidad ese prestigio, con nacimiento de nuevos mitos por el medio.

La Fauniera, un puerto alto, largo y duro, es otro de las subidas que cuentan con ese misticismo. Pantani, Chava Jiménez y Savoldelli fueron quienes escribieron la única historia que se puede contar de dicho puerto. Simoni estrenó el Sampeyre, muy cercano, con la carretera gélida y ofreciendo imágenes espectaculares. Dos años después tuvo lugar el último gran estreno, un puerto de tierra que cautivó a los aficionados con las imágenes emitidas en blanco y negro del Finestre, que tuvo en vilo a los espectadores sobre el ganador final del Giro 2005.

L.S.

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