Es Nibali el campeón de la década. Ni siquiera Contador, el que más se le aproxima, expone sus armas con tanta transparencia y decisión. El español ataca cuando tiene la carrera perdida; el italiano cuando la tiene ganada. Hay algo genético en la épica con la que Italia dota a sus grandes corredores.
Tal vez sean los recuerdos, la nostalgia. Coppi, Pantani, Simoni… una herencia que se ha incrustado en el ‘tiburón’, pese a que su motor sea de menor cilindrada. Un peso de la historia que lleva a sus espaldas el jefe del Astana, y del que no reniega. Al contrario, un papel que le encanta y que asume.
Porque no vale cualquier victoria. Un campeón gana así, a lo campeón, como quiso ganar en las Tres Cimas de Lavaredo e intentó hacer en el Angliru, donde tal vez con una táctica más conservadora hubiese recuperado el timón de la Vuelta. Pero eso no es ganar, a él no le vale. Sus fotografías venciendo a lo grande quedarán para la historia.
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