Cien ediciones de Tour de Francia, cien años de Giro, muchos ídolos pasando de largo por la historia del ciclismo, Merckx, Indurain, Hinault, Anquetil… Ninguno podría haber alcanzado la misma altura de vuelo que un Fausto arrinconado por la Guerra podría haber alcanzado. Sin ir más lejos, pese a las dificultades, conquistó gran parte del calendario internacional de entonces.
El apellido Coppi ha sobrepasado fronteras y generaciones. Aún hoy día es el ídolo de masas de los tiffosi, que a poco que tiene ocasión muestran señales de cariño hacia el viejo y malogrado campeón.
Sin embargo, absolutamente nadie se acuerda de su hermano Sesse, un laborioso ciclista en cuyo haber únicamente destaca la victoria en la París-Roubaix, aunque compartiendo el título con André Mahé. Fue una edición cuyo caótico final obligó a la organización a otorgar dos ganadores. El primer clasificado, el francés, tuvo la ventaja de acortar el trazado por sala de prensa, un error inducido por las indicaciones de la policía.
Gracias a la presión del hermano mayor, no hubo más remedio que conceder el primer puesto al ganador efectivo y real y al vencedor del sprint del pelotón, el hermanísimo de Coppi.
La mala suerte se cebó con ambos hermanos. Faustio fallecería en extrañas circunstancias, se cree que de malaria. En cambio, antes de perecer tuvo que conocer el fallecimiento de su hermano, caído en el Giro de Piamonte, precisamente su región de nacimiento y vida, y muerto debido a las graves lesiones que le produjo. Muy poca gente se hizo eco de la existencia de Sesse, atrapado por la amplia sombra que arrojaba su hermano, uno de los mejores ciclistas de siempre.