Team Sky y el fin del ciclismo

Es el considerado mejor equipo del mundo por su modernidad, su innovación y, sobre todo, por sus resultados. Su gran trabajo en marketing y la enorme inversión económica hacen de este proyecto una bendición para el ciclismo en los tiempos que corren. El problema es que es tan grande y capaz de dominar de tal forma que otros muchos equipos sobreviven encogidos por el miedo y pánico a la derrota.

La grandeza de las escuadras es muy necesaria, pero también la competencia, que enriquece deportivamente y hace del ciclismo profesional una práctica muy atractiva de ver. Y he ahí la clave, los que lo ven. Cuanta más gente se sume a ver ciclismo, más posibilidades de que los equipos sean más fuertes, de que siga existiendo inversión.

La imagen de un dominador claro y sin casi oposición no llama, la emoción y la incertidumbre por saber el ganador sube las audiencias, rellena periódicos y crea esa expectación que al ciclismo le hace falta. Los años de Armstrong hacían del Tour la prueba más previsible. Sin embargo, la de 2003, donde el americano pasó problemas para hacerse con un quinto Tour, fue una carrera apasionante, con alternativas, aunque el maillot amarillo nunca dejase de estar en la espalda del de UsPostal.

Ahora tenemos la tiranía del Sky, ese equipo que lleva dos años sin discusión dominando el Tour y gran parte del calendario previo. Con un guión preestablecido en la mano, el encanto se pierde. El cálculo ahuyenta la épica, la improvisación, lo inesperado. Justo lo contrario a los pulsómetros, los pinganillos y el ciclismo control que este equipo practica.

Ojo, no es una crítica a la escuadra británica, que aprovecha unas armas para ganar que le son muy rentables. Lícito y plausible. El problema es la falta de recursos del resto para al menos intentar no sucumbir a este dominio absoluto al que se les somete.

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