El ideólogo navarro cumple la edad que señala la propia jubilación, la que él mismo se autoimpuso en 2008, cuando se desvinculó del ciclismo, de su estructura de siempre. Ganador como director deportivo de los Tours de Delgado e Indurain, fue una figura muy importante en el ciclismo español, tanto que ya se añoran sus frases, a veces erróneas.
Y es que él fue el que pronunció aquello de “el Tour del 2000 será Blanco”, en alusión al fichado ciclista de Puerto de Béjar. Se equivocó, puesto que el salmantino apenas respondió a dichas expectativas, pero la frase caló, se habló de ciclismo, de la parte buena del ciclismo. Como se hizo durante la tiranía del gran Miguel en el Tour y en todas las carreras en las que competía. Igual que el carisma de Delgado fue llevado con ritmo y sentido común.
Junto a su adjunto, el aún vigente Eusebio Unzué, ambos han ocupado una gran parte de la historia del ciclismo español. Gracias en gran parte al talento de sus ciclistas, pero también a sus directrices, en ocasiones demasiado defensivas, pero efectivas para sus intereses, han logrado establecer un equipo en la élite del pelotón mundial durante muchos años. Y, lo que es más complicado, bajo diferentes nombres comerciales: Reynolds, Banesto, Illes Balears, Caisse d’Epargne y ahora Movistar. Todos esponsorizaciones potentes.
Actualmente el equipo es una mina de jóvenes talentos, de futuro y de presente, con un Valverde al que han sabido esperar y Quintana y Rui Costa por explotar en cualquier momento. Siempre ha sido así, contando con hombres de una grandiosa calidad y enorme futuro que después lo han consolidado en su gran mayoría como enorme presente y gran pasado. Una forma de trabajar a veces complicada de entender para el aficionado medio, que espera que las estrellas que admira estén disponibles en todo momento para dar espectáculo.
Echávarri fue uno de los artífices de la construcción del gran corredor que cambió la mentalidad de nuestro deporte. Indurain era un corredor de una fuerza descomunal, con un potencial asombroso, pero que necesitaba cuidados y preparación específica. Así se le fue reservando y haciendo evolucionar hacia lo que fue, el campeón de la época. Primero como segunda espada y salvaguardando la espalda de Delgado, el gran líder carismático, y más tarde poco a poco con mayor libertad. La pérdida de peso fue asombrosa y el aumento de rendimiento progresivo un ejemplo de trabajo, tesón y buen hacer.
Más tarde llegó a sus manos Alejandro Valverde. Se trata de un corredor diferente, sin esas mismas condiciones para el Tour, pero una clase descomunal, quizás tanta o más que la del navarro. El murciano ha sido impregnado por esa forma de trabajar pensando en el mes de julio a lo largo del año y aún sigue siendo así pese a que temporada tras temporada la carrera francesa le dice “no”. Veremos si 2013 es diferente, pero todo hace apuntar que el ciclista de Movistar debería centrarse en objetivos que sí puede ganar, como una Vuelta o las grandes clásicas, donde en forma tiene pocos rivales que puedan hacerle sombra.
Por tanto, un hombre al que deberle mucho, como comentábamos pese a que algunas decisiones no le hayan salido todo lo bien que sería deseable. Hay que reconocer que de no ser por él en estos momentos en este país contaríamos con uno o ningún equipo profesional de los dos que contamos. Un mérito que año a año la franquicia compartida con Unzué salga adelante sea con el nombre que sea.