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Bernard Hinault: el campeón total (parte IV)

El reto estaba claro para el año 82. Igualar a Coppi, Anquetil y Merckx y lograr el doblete Giro- Tour.

A tenor de los números, podría decirse que el segundo Giro de Hinault fue un paseo, con cuatro victorias parciales más una en la contrarreloj por equipos con el Renault. Sin embargo, el ‘Caimán’ tuvo que sacar toda su casta cuando a cinco días del final Silvano Contini le arrebataba la maglia. El resto es historia, Hinault dando un recital de campeón en la cima de Monte Campione destrozando a sus rivales Prim y al líder para ganar la etapa y enfundarse la maglia definitivamente.

Parecía el Tour un escenario en el que podría acusar el esfuerzo, pero ni los rivales, ni la superioridad de Hinault iban a dar lugar a la sorpresa. El francés dominaba, ganaba tres contrarrelojes, y se dedicaba a aguantar sin grandes apuros en las cumbres. La afición y la prensa pedían mas, y se empezaban a escuchar voces críticas que aludían a un Hinault controlador, poco espectacular y conservador, quién lo iba a decir. Y ese regusto se lo iba a quitar en la última etapa, ganando por segunda vez en su carrera en los Campos Elíseos, esta vez al esprint.

El sueño del doblete estaba conseguido, aunque en Renault las cosas no iban como antaño. La emergencia de jóvenes valores como Fignon, la irrupción del americano Lemond , que sería ese mismo año segundo en el Mundial tras Saronni, y un creciente alejamiento entre Hinault y Guimard, hacía prever un final no muy feliz a esta relación.

Y en ello el año 83 sería clave. Hinault iría a por otro doblete Vuelta – Tour como el del 78. Sin embargo, se iba a encontrar un recorrido y unos rivales muy diferentes a los de aquel año en la prueba española. Lejarreta, Gorospe y los Zor iban a poner contra las cuerdas a un Hinault que sería testigo del estreno de un mítico puerto, los Lagos de Enol, cima en la que Marino Lejarreta daría un recital.

Las jornadas pasaban y el tejón no conseguía controlar una carrera cuyo liderato iba cambiando entre los españoles, y para colmo en la contrarreloj de Valladolid Julian Gorospe se vestía de amarillo, con únicamente la etapa de Ávila y la de la sierra madrileña por delante. Y al igual que en Sondrio en el Giro del 80, o en Monte Campione en 1982, la estrategia del Renault iba a dar sus frutos.

Guimard diseñaba una estrategia superofensiva, destrozando el pelotón con un inconmensurable Fignon  en el puerto de Serranillos, hundiendo a Gorospe y cortando a los Zor, para ganar en modo campeón en el velódromo de Ávila a Lejarreta y a un Belda que sin haberle dado un relevo, le había pedido la etapa a poco del final ante la mirada agresiva del francés.

Era una victoria épica, pero en ella Hinault sacrificaba muchas cosas y casi no acababa la Vuelta. Su rodilla estaba en muy mal estado y sólo su fuerte carácter y la apariencia imperturbable le hacían aguantar las dos últimas etapas y llegar a Madrid en ganador.

Sin embargo su rodilla decía basta ya y causaba baja para el Tour. No podría igualar a Anquetil y Merckx. Además las relaciones eran cada vez más tensas con su jefe Guimard, y las victorias de los jóvenes Fignon en el Tour y Lemond en el Mundial no hacían sino provocar la ruptura que llevaba tiempo gestándose. Hinault abandonaría el Renault.

Quedaba por saber a donde iría el campeón francés, pero no tardaría tiempo en tener equipo, la Vie Claire del magnate francés Bernard Tapie, y con Paul Koechli de director deportivo. Hinault se llevaba a su guardia pretoriana a su nuevo equipo, si bien, muchas eran las dudas tras su grave lesión de rodilla para 1984. ¿Podría recuperar su mejor nivel? ¿Era demasiado mayor para poder plantar cara a la nueva generación de los Fignon, Roche, Lemond, Millar, etc?

Sin duda el año iba a ser apasionante. Fignon perdía un Giro que era suyo por un cúmulo de circunstancias entre las cuales estaban días malos, problemas mecánicos, cancelación del Stelvio, helicópteros molestando en la última contrarreloj, etc. Fignon sólo podría ser segundo tras Moser. Aún así, había demostrado buena condición y llegaría al Tour como favorito. Y si todo era emocionante, todavía lo iba a ser más cuando Hinault ganaba el prólogo del Tour, y vestía nuevamente el amarillo. Sus incondicionales se las prometían muy felices.

Sería su única victoria del Tour, un Tour en el que un insolente Fignon y su equipo Renault arrasaban con todo y en el que, sin embargo, Hinault demostraba su condición de campeón atacando hasta la extenuación a lo largo de la carrera. Pasaría a la historia la subida al Alpe Dhuez, con Hinault que había atacado antes de la subida de forma kamikaze y un Fignon que lo superaba en los primeros kilómetros de escalada para infligir una de las mayores humillaciones de su carrera al ‘tejón’, acompañadas por unas declaraciones del parisino en las que reconocía haber sentido risa cuando Hinault le había atacado.

Ganaba Fignon su segundo Tour, inaugurando lo que parecía una nueva dinastía. Hinault era segundo, pero prometía venganza. Y curiosamente la carrera que le volvía dar la confianza de volver al primer nivel, era el último monumento del año, el Giro de Lombardía. Hinault ganaba su segunda (y última) edición, cerrando el año con una victoria de tronío, que le hacía albergar esperanzas de cara al año 85.

Además, otro hecho importante tenía lugar, un hecho que marcaría fuertemente los dos últimos años de la carrera del bretón. Greg Lemond abandonaba el Renault y aceptaba una jugosa oferta de Tapie para enrolarse en la Vie Claire. Lemond, que venía de ser tercero en el Tour, veía cómo Fignon le cerraba puertas y cómo podía ser el relevo natural de un Hinault que entraba en la parte final de su carrera.

La pregunta para el año 85 era clara: ¿podría la dupla Lemond – Hinault desbancar a Fignon en el Tour? ¿Igualaría Hinault a Anquetil y Merckx con cinco Tours? Ni ellos ni nadie podrían adivinar el desarrollo de la temporada siguiente.

Todo eso y más, en la próxima entrega de Bernard Hinault, el campeón total.

PEDRO Gª REDONDO

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