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Ciclismo urbano: la hipocresía de las ciudades y autocrítica

España es el país con mayor índice de atropellos de Europa. En un país con tanta tradición ciclista y un alto número de practicantes del ciclismo de carretera, este tema debería estar más presente entre conductores e instituciones.

Es una auténtica lástima que cada día en el que un ciclista salga a la carretera tenga la incertidumbre de no saber si va a volver a casa. Los riesgos siempre van a estar en
tanto en cuanto la bicicleta es mucho más frágil que un vehículo a motor, pero no hasta tal punto al que se ha llegado. En las calles de las ciudades se ve a cada momento un mayor número de personas que se desplazan en bici al trabajo.

Cada vez más por necesidad se utiliza un medio de transporte limpio y, sobre todo, barato. La bicicleta está siendo más que nunca un vehículo que hace un favor a la comunidad en
tiempos difíciles como los que atravesamos. Es una pena que no se pongan las cosas más fáciles a los ciclistas. Es el más débil de la carretera, más aún en un contexto fabricado únicamente desde la perspectiva del conductor de coches y autobuses.

La ordenación de las mismas perjudica de forma muy importante a la práctica de este deporte que en este caso es más utilizado como medio transporte. Ante los movimientos de distintas plataformas, los gestores de las grandes urbes han tomado cartas en el asunto,
pero de un modo demagógico. Incluir kilómetros y kilómetros de carriles bici son sólo propaganda política de cara a convencer de cara al voto electoral, más aún cuando dichos carriles no reúnen unas condiciones idóneas para un mínimo de disfrute o seguridad.

Más allá de aportaciones arquitectónicas, el problema deriva en una normalización que no tiene lugar. Ni los peatones respetan el lugar supuesto para las bicicletas, pero al existir ese
espacio, los conductores suelen tener mala opinión sobre el uso de la calzada por parte de los ciclistas. Una mala predisposición que crea mala escuela en una sociedad en la que el ciclista casi es considerado un intruso.

Lo más lógico sería incluir en el plan de ordenación de tráfico a esta práctica, teniéndola en cuenta y sabiendo de sus particularidades. Sin tener en cuenta esas diferencias con el resto de vehículos no habrá una solución. No hay que dejar de lado la falta de responsabilidad de algunos ciclistas que no respetan los reglamentos.

Desde el respeto a los semáforos y a las señales hasta llevar reflectantes de noche. Igual que se deben pedir explicaciones y responsabilidades a los coches, se deben exigir a los ciclistas. Los derechos hay que ganárselos a través del cumplimiento de las obligaciones.
Tampoco hay que dejar de lado que se han atropellado a muchos ciclistas (se podría decir que un grandísimo porcentaje) y las sanciones a los conductores no han sido las que
debieran, incluso dejando a las pocas horas al supuesto infractor en libertad. No existe ninguna protección al ciclista, de ningún tipo.

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