Todo estaba preparado en la salida de Charleroi para que el belga hiciese frente a un reto que el tiempo ha demostrado imposible: el asalto al sexto Tour. Ni Anquetil lo pudo hacer anteriormente, ni más tarde Hinault e Indurain, sufriendo sonadas derrotas.
El pentacampeón se colocó en cabeza tras la contrarreloj de Merlin-Plage, pareciendo sentenciar tras la de Auch. De amarillo y dando buena sensación, ¿por qué pensar que el ‘Caníbal’ iba a desinflarse? En el Puy de Dome lo pasó extremadamente mal, acentuado por el golpe de un espectador que le provocó tal ira que una vez finalizada la etapa bajó endemoniado con los gendarmes a por el agresor.
En la cima ganaba Van Impe, un escalador que se le acercaba en la general. El día clave iba a estar camino de Pra Loup. Los puertos alpinos condenaron a un apajarado y agotado Eddie a rendir pleitesía ante Bernard Thévenet, para júbilo de una afición francesa crecida.
Ya en París, sólo tres minutos le separarían de una gesta que aún seguiría vigente en nuestros días. Una edición, dicho ya de paso, tan belga como los siete ganadores de etapa diferentes que acumularon un total de 11, exactamente la mitad de las 22 celebradas.