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Johan Museeuw corazón de león

Museeuw representó al héroe de guerra, de raza y carácter indomable, que se resistió a morir en el infierno, para terminar por conquistarlo. El ciclismo belga se ha caracterizado por tener siempre una cantera de clasicómanos muy prolífica. Sin embargo, son pocos los que pasan de ser buenos corredores a ser recordados como grandes ciclistas. Muchos menos los que pasan de ser grandes ciclistas a ser recordados como campeones. Y sólo unos escogidos los que se convierten en iconos de su país. Además mejores ciclistas de la historia en su mayoría han sido belgas, lo que provoca que no se pueda idolatrar a un “cualquiera”. Teniendo estas premisas claras, sin ningún tipo de rubor, se puede afirmar que, Johan Museeuw es un icono del ciclismo belga.

Museeuw es adorado en Bélgica como uno de los más grandes campeones que ha dado el país en ciclismo, lo cual es decir mucho; como uno de los mejores ciclistas de la carrera más importante de Flandes, de Ronde Van Vlandereen; Pero por encima de cualquier otra cosa, Johan Museeuw es recordado como un luchador que se negó a darse por vencido cuando en las carreras que más quería fue puesto a prueba en una lucha de casi un mes entre la vida y la muerte, de la que salió victorioso, ganándose quizás el apodo más legendario del ciclismo de su país, por encima de ciclistas muy superiores a él en trascendencia y palmarés: El León de Flandes.

Museeuw representó al héroe de guerra, de raza y carácter indomable, que se resistió a morir en el infierno, para terminar por conquistarlo. Efectivamente, todos lo recordamos, la victoria más importante de Museeuw no fue la Paris Roubaix del año 2000…fue la victoria sobre la enfermedad, la invalidez y la muerte. Como muchos otros en su país, el joven Museeuw mamó el ciclismo en casa, ya que su padre fue corredor profesional. Se curtió en ciclocross en categorías inferiores, llegando a ser un consumado especialista, y cosechó notables resultados en algunas pruebas prestigiosas del calendario amateur que servía de antesala para las grandes carreras del país de profesionales.

En suma, fue un joven que destacó en categorías inferiores, pero en ningún caso podría presagiarse que al final de su carrera sería uno de los embajadores de su país en un deporte tan arraigado a la cultura nacional, mezcla de pasión humana y fidelidad religiosa. Sus primeros años, a finales de los 80, fueron de aprendizaje en el modesto ADR, donde sobresalía la estrella Greg Lemond en sus últimos años de esplendor. A pesar del exitoso otoño deportivo del norteamericano, a nadie se le escapaba allá por 1989, que aquel Lemond no era ya el corredor total de inicios de la década. Las características antagónicas del maduro líder y la joven promesa, hacían que Museeuw no tuviera porqué dedicar demasiadas fuerzas en pos de Lemond. El flamenco no era de mucha utilidad para los intereses del calendario de Greg. Eso hacía que el belga pudiera disputar con libertad aquí o allá, mostrando sus grandes cualidades como llegador.

Muchas veces se ha hablado de los inicios de Johan como sprinter. Probablemente siendo un hombre rápido, la definición como sprinter sea demasiado específica, como ocurre actualmente con Tom Boonen. Eso da más categoría a muchas de las victorias primerizas de Museeuw, ya que venció en llegadas de gran renombre, como sus primeras dos etapas en una edición del Tour de Francia, en especial su victoria en los Campos Eliseos de 1990, cuando Greg Lemond lograba el que sería su 3º y último entorchado en París. Sin embargo, como todo buen flamenco, las ilusiones del joven Museeuw pasarían siempre por vencer la prueba más importante de su región; el Tour de Flandes, carrera en la que acabaría encaramándose como el mejor de la historia.

Un hombre fundamental en la trayectoria de Johan Museeuw fue sin duda Patrick Lefevre. El ascenso de ambos, como en el caso de las grandes duplas entrenador-aprendiz del mundo del boxeo, fue duro y largo pero sostenido hacia el estrellato. Ambos vivieron momentos de gloria absoluta, drama, y épica. El díscolo Lefevre reconoció tras la retirada de Johan, que jamás había tenido y podría volver a tener una relación tan estrecha, como la casi paternofilial que tuvo durante toda su trayectoria con su pupilo predilecto. Ambos saltaron a la primera línea del estrellato ciclista en GB Maglificio, dominaron en MAPEI, sobrevivieron en DOMO, y resurgieron en QUICK STEP.

Llama la atención que la primera gran clásica que conquistó Museuuw fuese el Campeonato de Zurich de 1991, cuando contaba con 26 años. A pesar de acumular una hoja de resultados muy lustrosa previamente, donde los puestos de honor se agolpaban en clásicas, no había victorias que refrendaran la calidad del corredor. Sin embargo a partir de esta victoria en el país helvético, su trayectoria como clasicómano despegó definitivamente. En 1992 se proclamó campeón nacional, y el año siguiente conquistaba De Ronde, justo cuando parecía definitivamente cumplido su periodo de formación. En 1993 acaba la temporada contando en su haber histórico con 1 monumento como Flandes, 2 clásicas de la copa del mundo como Zurich y Paris Tours, y otras pruebas de gran relevancia como Harelbeke. Durante estos años se forjó su relación de amor – odio con Flandes, perdiendo las ediciones de De Ronde 1994 por medir mal el sprint frente a Bugno, y 1996 por un problema mecánico que le impidió poder salir al tremendo ataque del fenomenal e inolvidable clasicómano italiano Michele Bartoli en Kapelmuur.

En 1995 conquistaba la Amstel Gold Race. Un año después vencía de nuevo en Flandes y Zurich, y en 1996 se encaramaba en lo más alto conquistando a los 31 años el Infierno del Norte, la Paris Roubaix, y el arcoíris del campeonato del mundo en ruta que le acreditaba como el mejor “hombre – clásica” del momento. Sin embargo lo que parecía la guinda a un ascenso brillante, había quedado parcialmente ensombrecido debido a las circunstancias que rodearon su victoria en el velódromo de Roubaix. El apabullante dominio que ejercía en aquella época MAPEI, hacía que Museeuw fuera “minimizado” al acusarle la prensa y afición especializada de ser un corredor favorecido por su director Lefevre, el propietario del equipo Giorgio Squinzi, y por una escuadra poco menos que imbatible. En Paris Roubaix, una llamada de teléfono de Lefevre a Squinzi decidió el orden de llegada, sometiendo al Infierno del Norte a una humillación de la que la carrera se tomaría debida venganza pocos años después sobre Museeuw. Es innegable que Johan Museuuw se estrenó en Paris Roubaix con una victoria pactada, y “regalada” ya que pinchó varias veces en los últimos Km de carrera, y sus compañeros Tafi y Bortolami fueron advertidos, amenazados y coartados para esperarle.

En cualquier caso, en aquel momento el belga ya contaba con uno de los palmarés más ricos del momento con un mundial, una Paris Roubaix, dos Tour de Flandes, dos G.P. de Zurich, una Paris Tours y una Amstel Gold Race. Sin embargo la leyenda de Museuuw se escribiría justo a partir de ese momento. En 1998 lleva a cabo la que sería su obra magna en Flandes…su victoria más rutilante,y cuando parecía predestinado a ser uno de los ciclistas que lograran el prestigioso doblete Flandes-Roubaix, Johan Museuuw fue víctima de la fatalidad…

En el Bosque de Aremberg caía, se rompía la rótula izquierda y era ingresado para una operación de urgencia, en la que una infección hizo barajar el fantasma de la amputación. Johan entró en coma y se enfrentó al verdadero infierno. Un infierno que se alargó durante algo más de 15 días, hasta que se comenzó a manejar la idea, de que ya no su carrera, sino su vida, no corría peligro. Su reconstrucción física y mental desde ese momento fue larga, dolorosa y en muchos casos anónima. Sólo él sabe lo que pudo llegar a sufrir. Sin embargo, al año siguiente volvía a donde siempre estuvo, a los puestos cabeceros, aunque eran muchos los que decían que esa lesión le alejaba de poder disputar con garantías una victoria en un gran escenario en las pocas temporadas que pudieran quedarle. ¡Qué equivocados estaban!

En el año 2000, estrenando nuevo siglo, Johan Museuuw entraba en solitario en el velódromo de Roubaix, coronado como el campeón de campeones, como el león de Flandes, en una victoria única. Todo lo que de perverso y abominable tuvo su 1ª victoria en Roubaix, se transformó en gloria y admiración en esta. Ese día, Museeuw se convirtió en una leyenda imperecedera.

Vinieron éxitos después, algunos muy importantes, incluida otra Paris Roubaix vencida de forma apabullante con un ataque a más de 40 Km de meta en Mons en Pevele…u durante este periodo redondeó su palmarés con otras victorias lustrosas como Het Volk, mientras que a su vera se formó el corredor que cogió el testigo del ciclismo flamenco, un jovencísimo Boonen. Sus últimos años fueron un continuo luchar por lograr un nuevo Flandes y una nueva Paris Roubaix, años oscuros en materia antidopaje, con una confesión dolorosa por parte de Museeuw una vez retirado, en la que se manifestaba su negación a retirarse de cualquier forma, lo que supone su gran mancha con respecto a otros mitos flamencos…Durante sus últimos años, jóvenes fugaces como Vandenbroucke, o rivales generacionales como Peter Van Petegen impidieron que sumara más monumentos, más premios del momento… Sin embargo, en el caso de Museuuw ya nada de eso era necesario…todo eso parecía volátil, sin mucha relevancia hablando de quien se hablaba.

Porque para todos sus compatriotas, y para la mayor parte del mundillo ciclista, Museeuw es el hombre que luchó contra un destino cruel, contra la adversidad, la enfermedad y la fatalidad, entró en el túnel del infierno de Aremberg en 1998…y salió en la autopista hacia el cielo del velódromo de Roubaix 2 años después, señalando a una pierna que no debía de estar ahí. O sí debía estar ahí. Las piernas del rey de la Selva. El Rey de la Campaña del Norte. El León de Flandes: Johan Museuuw.

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