Cuentan los que conocieron su ciclismo que nunca ha existido un corredor con tanta determinación. Su mítica chepa sobre la bicicleta marcó una época que fue dorada para el ciclismo español, que sólo había conocido un ciclista capaz de pelear codo con codo con los grandes campeones de la historia.
Si al hablar de Eddie Merckx prácticamente todo aficionado acuerda que se trata del mejor corredor de todos los tiempos, es imposible no recordar que Luis Ocaña le tuvo contra las cueras en más de una ocasión. De hecho, el belga encontró fuerte oposición en el conquense de Priego y en el asturiano Fuente. Pero del asturiano ya escribiremos próximamente. Ahora nos centraremos en un gigante que tuvo la desgracia de ser coetáneo del ‘Canibal’, un ciclista total, capaz de ganar grandes clásicas, grandes vueltas, que quería todas las etapas, que sprintaba por todas las pancartas.
Luis se mudó a Francia cuando aún era un niño. “El español de Mont de Marsan” le llamaron durante toda su carrera. Un fuera de serie que cayó en las manos de Antonin Magne. El francés ya había saboreado las mieles del triunfo de altas esferas. Un Campeonato del Mundo y un Tour le habían convertido en una referencia para jóvenes ciclistas en Francia como Louison Bobet o Raimond Poulidor, el conocido como eterno segundo. De carácter irreductible, nunca dejó que nadie le ganara. Siempre le gustaba tener la última palabra. Así se quitó la vida, enfermo y decidido. Así ayudó a Pedro Delgado a quitarle la Vuelta a Robert Millar cuando sintió que su equipo estaba siendo menospreciado. ¿Qué diría del ciclismo de ahora donde la era robótica de los pulsómetros y pinganillos se ha impuesto a la intuición, la bravura y el riesgo?
Su peor momento fue el mejor
“Ocaña siempre atacando”, llegó a declarar en una entrevista sobre qué sería lo que le gustaría que el aficionado recordase de él. Todos los aficionados le recuerdan como el segundo español ganador del Tour, pero nadie recuerda las batallas perdidas, esas que realmente hacen grande a un campeón.
El mejor momento fue el Tour de 1971, pero para llegar allí todavía tendrá que ser primero en muchas carreras. Por aquel entonces estaba lejos de ser un desconocido. En España comenzó a llamar la atención por su victoria en el Campeonato Nacional de montaña, una prueba de un prestigio enorme entre nuestras fronteras. Era el año 68 y Luis cumplía su primer año en la élite. Un año más tarde ya estaba en boca de todos, al subirse al podio de toda una Vuelta a España y por detrás de un ciclista como Pingeon. Ya comenzó en el prólogo de Badajoz avisando de que había ciclista. El conquense, de hecho, se impuso en las tres cronometradas de aquella edición y no quedó lejos del maillot por entonces amarillo. Ello le puso en el mapa.
En 1970 la organización de El Correo había diseñado un trazado que contenía dos contrarrelojes: una para abrir boca y otra para cerrar el menú. ¿Adivinan quién se llevó las dos? ¿Adivinan quién se llevó la general? De hecho, Ocaña tan sólo fue líder en dos jornadas: la primera y la última, donde logró recuperar el tiempo necesario a un Tamames que finalizó segundo en Bilbao. El palmarés del mítico ciclista del BIC francés no quedaría ahí. La Dauphine Liberé también cayó en sus garras, así como su primera etapa en un Tour, en Saint Gaudens.
Eran los años de dominio de Eddie Merckx, como hemos referido antes. General, regularidad, montaña, etapas… el belga no dejaba migaja alguna a sus rivales. Su equipo, el archiconocido Molteni, daba pavor con sólo divisar sus recortados rostros.
Un día que cambió la historia
Se suele decir que las victorias se miden por la altura de los rivales. Y Ocaña puso contra las cuerdas a Don Eddie Merckx. No se deben plantear hipótesis en pasado y sin solución, pero ¿y si no se hubiese caído bajando el nebuloso Col de Mente? ¿Si Merckx hubiese perdido aquel Tour hubiera seguido siendo el monstruo colecciona carreras que fue? Aquel día pudo cambiar la historia, por suerte para el ciclista del Molteni italiano. Aquella etapa conducía a Luchon en una dura etapa pirenaica. Ocaña llevaba el maillot amarillo con más de 9 minutos de ventaja sobre Merckx. Ya había logrado la etapa del Puy de Dome, cima provechosa para los ciclistas españoles, pero su ventaja la había gestado en la etapa que llegaba a Orcieres-Merlette. Una exhibición que dejó a la altura del betún a todo un campeón, una etapa que retrató la clase que tenía el conquense.
El Col de Mente estaba repleto más de mala suerte que de niebla, y la había a puñados. Una curva a izquierdas muy cerrada, la tensión y la velocidad de un descenso donde se estaba ganando un Tour de Francia. Merckx trazó mal la curva y Luis se fue contra los espectadores que trataron de agarrarle soltando sus paraguas. No hubo nada que hacer. Una caída suficiente para dejar la carrera. Los gritos de Ocaña se escucharon a más de doscientos kilómetros, en Mont de Marsan, de donde partía una etapa varios días después. Todo parecía que Ocaña iba a llegar de amarillo. Ni siquiera llegó.
Aquel Tour de 1971 demostró dos cosas. Una, que los gigantes lo son incluso en la mala suerte (Merckx tuvo la suerte que tuvo Armstrong en la famosa caída de Beloki). Dos, que nunca hay que rendirse ante ella.
1972 supuso el dominio absoluto del ‘Caníbal’. Ocaña abandonó. En 1973 Merckx no participó en el Tour. Sí lo hizo en la Vuelta, aunque de ello también hablaremos en otros episodios. El belga ya había derrotado al español en casa, lo cual fue un golpe moral fuerte. Pero sin él en liza, la Grande Boucle no podía escaparse de sus manos. Y así fue, aunque no lo tuvo fácil. Precisamente fue un español el que más difícil se lo puso: José Manuel Fuente. Podríamos decir que comparte con Ocaña ese carácter de invencible hasta la última línea y su misticismo. Memorable fue la etapa de Les Orres, donde Fuente (‘Tarangu’) sembró de cadáveres la Madeleine, el Telegraph, el Galibier, el Izoard y la subida final. Ocaña tuvo trabajó durante toda la etapa. Felizmente consiguió ser el segundo español en conquistar París. Se llevó de aquel Tour seis etapas, incluyendo la del ataque suicida de su compatriota y segundo en la general. No faltó a su cita para domar el Puy de Dome. Cerró un gran año con su tercer puesto en el Mundial en ruta. Aún le dio tiempo a ser podio en la Vuelta a España y a colear en algunas carreras. Nunca volvió a alcanzar el mismo nivel de descaro, fuerza y piernas que le acompañaron durante aquellas dos míticas ediciones. Le faltó poco para derribar al mito que él sabía se estaba escribiendo.
Él no sabía que entraba en una leyenda aún mayor. El cementerio está lleno de valientes, dicen. Él fue por voluntad propia.