Sí, un Tour liderado por Landis y finalizado en polémica tras su sospechosa escapada camino de Morzine, pero el día anterior, el que estrenaba la cima de la Toussuire, fue una auténtica machada para los ciclistas españoles. Ellos fueron los que provocaron la pájara del americano y removieron la historia de un Tour que quedó huérfano por la Operación Puerto y la baja por caída de Valverde.
Los Pirineos fueron algo caóticos. Tras el abandono de Valverde las esperanzas españolas se llamaban Óscar y Carlos. Pereiro y Sastre. Nadie confiaba en ellos, con razón. Ambos habían sido top-ten en el Tour y no habían lucido tanto como para ganar. Curiosamente ambos se llevaron la victoria final. En esta ocasión, tras lo que todos sabemos, recayó en el gallego de Mos.
Camino a Pla de Beret se ascendían varios puertos. Entre ellos el Peyresourde, donde veíamos dando bandazos a un ciclista de negro. ¡Era Pereiro! Fueron veinte los minutos que cedió en la cima catalana. El ritmo de T-Mobile para Kloden pasó su factura y Menchov venció la etapa. El Tour parecía cosa del alemán, del ruso y de Landis, los tres destacados aquel día. Detrás llegaron los vencidos Sastre y Leipheimer, ya lejos en la general.
Así acabaron unos Pirineos que enterraron a un mal Iban Mayo y a un flojo Haimar Zubeldia, aunque el segundo al menos peleó para acabar en un puesto digno. Sea como fuera, los Alpes se presentaron como una hermosa batalla. Pero nadie esperaba que la batalla cobrase vida antes. Voigt venció una etapa llana previa a las jornadas durísimas que esperaban. Nadie prestó atención a una fuga que contenía a aquel gallego que cedió 20 minutos en Beret. Pereiro tomó el jersey amarillo. Ya lo cederá, pensaron.
Alpe d’Huez se hizo a título de inventario. Landis lucía molinillo y Kloden se agarraba rácanamente. Ambos parecían repartirse la suerte. Pero la suerte nunca miró bien a quien se conforma, a quien deja que el músculo tome flacidez. Pereiro no pudo conservar la prenda, pero se quedó a una distancia prudencial magnífica.
La siguiente etapa afrontaba Galibier, Croix de Fer y Toussuire. Pereiro había sido aconsejado por Pedro Delgado en la víspera: “come, bebe y ataca en las bajadas, no les dejes recuperar”. Dicho y hecho. Unzué, atento del consejo de quien sabe, puso a tirar a Zandio en la bajada de la durísima Croix de Fer. Tras el esfuerzo del ascenso comenzaba una subida de segunda, pero que daba pie a emboscadas. Allí continuó el trabajo que forzaba a no parar. Pereiro había comido y el resto habían sido precavidos, pero el lider, Landis, no.
Comenzaba la ascensión final y nadie atacaba. El ritmo ahora del T-Mobile era duro, demoledor, pero hasta a falta de 10 kilómetros nadie probó. Fue Carlos Sastre. Un ataque de prueba, al más puro estilo Chava Jiménez, su cuñado. El segundo ataque fue en serio, muy duro y pilló a contrapié a todos. Se marchó.
El gregario en el que nadie creía se marchaba por delante con gran velocidad. Por detrás comenzaba a hacer la goma un norteamericano que veía un calvario por llegar. Menchov arrancó la moto y se vieron las vergüenzas del de Phonak.
Kloden, Menchov y Pereiro encabezarían al grupo de los favoritos. El gallego, incluso, arrancó varios segundos a los demás, colocándose de nuevo el maillot amarillo. Una historia que todos sabemos cómo acabó, pero que demuestra que pese a que todo esté perdido, aunque nadie crea en ti, todo es posible con esfuerzo, lucha y valentía. Grandes días de ciclismo.