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Marco Pantani: 20 años de su nacimiento, 10 de su muerte

En 2014 se cumplen 20 años de una de las grandes vueltas por etapas más impresionantes, espectaculares y emocionantes que ha visto el ciclismo moderno. Un Giro de Italia que vio, por primera vez, hincar la rodilla al Miguel Indurain triunfante de la primera mitad de la década de los 90, y que, a su vez, descubrió a dos jóvenes talentos que golpearon la puerta del estrellato con inusitada violencia.

Tras acumular el triunfo en tres Tours de Francia (1991, 1992, 1993) y dos Giros de Italia (1992, 1993) de manera consecutiva, Miguel Indurain se encontraba en el cénit de su trayectoria deportiva. Por eso, su presencia en la salida de Bolonia en el Giro de 1994 eclipsaba al resto de corredores del pelotón italiano. La superioridad demostrada por el navarro en los tres años precedentes, junto al ocaso de sus otrora rivales en el Tour de Francia le otorgaba el papel de claro favorito. Claudio Chiapucci continuaba siendo el teórico jefe de filas del equipo Carrera y, aunque su agresividad seguía siendo la de antaño, había perdido cierto punch en montaña. Por otro lado, Gianni Bugno, a quien Indurain destrozó mentalmente en la famosa contrarreloj de Luxemburgo (Tour de Francia 1992), llegaba a la corsa rosa después de haber ofrecido su mejor cara en el Tour de Flandes, donde se impuso al flamenco Johan Musseuw por milímetros.

La carrera comenzó con una etapa de doble sector que vio en Jan Svorada a un líder fugaz. Por la tarde, en el segundo parcial, Armand de las Cuevas, ex-compañero de Indurain en Banesto, batía todos los registros y comenzaba a hacer méritos para ser considerado un posible outsider.

La primera llegada en alto, condujo a la corsa rosa a Campitello Matese. Para entonces, los italianos habían comenzado a hacer de las suyas con dos victorias de calidad a cargo de Moreno Argentin y Gianni Bugno. En en el corazón de los Apeninos de Molise, un joven ruso perteneciente a la escuadra de moda (Gewiss-Ballan) mostró su candidatura al triunfo. Era Eugeni Berzin, un corredor forjado en la escuela de la Unión Soviética que, en el arco de un año, había dado un salto cualitativo gigantesco que le permitió pasar del anonimato a ganar pruebas tan prestigiosas como la Lieja-Bastogne-Lieja o exhibirse, junto a sus compañeros Furlan y Argentin, en la Flecha Valona. El propio Berzin explicaba así su evolución-exprés en una entrevista: “En el Giro de 1993 me dediqué a trabajar para el equipo. Estaba completamente exprimido y sin fuerzas. Quería irme a casa, pero aún así apreté los dientes y pude acabar 90º, a dos horas de Indurain

No obstante, creo que el 93 fue un gran año para mí. Adelgacé 5 kg y aprendí a entrenarme. Hace dos años ni sabía lo que era el ciclismo profesional en ruta y ahora no conozco mis límites”. La mejor versión de Berzin, sin embargo, estaba por llegar. La octava etapa era la que, según la prensa especializada, había elegido Miguel Indurain para asestar el primer golpe y desmoralizar a sus rivales. Sobre 44 kilómetros, la contrarreloj entre Grossetto y Follonica parecía el escenario perfecto para el doble vencedor del Giro. Pero el gigante de Villava, ataviado en un innovador buzo que cubría incluso su cabeza, no encontró el golpe de pedal en ningún momento sufriendo uno de los mayores palos deportivos de su carrera. Indurain sucumbió ante Bugno, De las Cuevas y el líder Eugeni Berzin, que comenzaba a acumular minutos de ventaja sobre sus adversarios en vistas a la inminente llegada de la montaña y ganaba, asimismo, confianza en sus posibilidades: “En la contrarreloj de Follonica hice los primeros kilómetros a más del 100%, y luego bajé un poco el ritmo para descansar ya que llevaba más de un minuto de ventaja y podía permitirme el lujo de tomarme un respiro”.

El factor Pantani. Hasta la llegada de la montaña, Pantani había estado escondido, pasando por ser uno más de los muchos corredores que formaban el pelotón de la corsa rosa. Pero en los Dolomitas descargó toda su artillería. La primera etapa de los Dolomitas afrontaba el Passo de Stalle, el Passo Furcia, el empinado e irregular Passo delle Erbe y el Monte Giovo sobre un total de 235 kilómetros y, ahí, Pantani aprovechó la última ascensión para ganar la etapa y arañar 40 segundos a los principales favoritos. Era la antesala a una jornada épica en la historia del ciclismo que iba a marcar, no sólo la carrera, sino también el futuro de algunos de sus protagonistas.

En efecto, un día después, llegó el archiconocido ataque de Marco Pantani en el Mortirolo que le llevó directo al estrellato. De Merano a Aprica, Pantani reescribió la historia de un Giro de Italia en el que había pasado de ser un extra a ejercer el papel de actor principal. De mito a mito, Pantani llevó el nombre del Passo del Mortirolo a otra dimensión, convirtiendo la cima italiana en un icono en el mundo del ciclismo.

Entre las víctimas de aquel día, Armand de las Cuevas declaró que “había tenido una bomba en sus manos y había explotado”. Eugeni Berzin, quien también intentó seguir el ataque de El Pirata en el Mortirolo, fue capaz de mantener la maglia rosa a pesar de padecer una jornada infernal: “La del Mortirolo fue, sin duda, la etapa más dura del Giro. Para mí no fue una jornada de esfuerzo sino de sufrimiento. No quería lucirme, sino terminar…”.

Miguel Indurain fue el otro gran derrotado de la jornada. El navarro coronó el Mortirolo a 1 minuto escaso de Pantani y consiguió enlazar con el líder de la etapa en la ascensión a Aprica. Los esfuerzos realizados, sin embargo, le pasaron factura en el Vallico di Santa Cristina. Esta traicionera ascensión, con kilómetros al 9, 10 y hasta el 12%, vio cómo Indurain se desprendía de la maglia rosa virtual que había arrebatado hasta ese momento a Eugeni Berzin. Ugrumov, compañero del ruso en Gewiss y gran rival de Indurain un año atrás, declaró posteriormente que Indurain perdió el Giro en el Mortirolo: “Para empezar, creo que el recorrido de este Giro era más duro que el del año pasado y además la gente vino mejor preparada, con más nivel del que se vio en el 93. No sólo los grandes corredores iban a tope, sino también los pequeños.

Indurain estaba bien, creo que igual que el año pasado, pero no estaba al 100%, según dijo él mismo, y eso lo pagó en la cronometrada de Follonica. Allí perdió un tiempo precioso y como todos los días se fue muy rápido no pudo recuperar fuerzas. Y lo mismo nos pasó a Chiappucci y a mí… Además, este año Indurain se encontró con Berzin, un corredor completo, que lo tiene todo y que estaba en gran forma, y ahí se complicó la historia. Pantani también se metió por medio en la etapa de Aprica y la del Stelvio, y creo que pudo ganar el Giro de no haberse equivocado de táctica. Fue demasiado fuerte en el llano, y creo que tenía que haber reservado energías para atacar todavía con más empeño en la montaña. ¿La etapa más decisiva del Giro? Creo que la del Mortirolo. Aquella fue una jornada muy nerviosa en la que Miguel pudo coger la maglia pero se le acabó la gasolina. Berzin también falló allí por su poca experiencia, aunque al final supo regularse y no pasó nada. Eugeni saltó detrás de Pantani cuando debía de haberse quedado con Indurain que era el peligroso. Sí, verdaderamente, aquel día el Giro pudo haber dado un gran vuelco.”

Con su gesta en el Mortirolo, Pantani se ganó el corazón de los tiffosi y comenzó a coleccionar portadas en los periódicos deportivos. De un día a otro, el escalador italiano se convirtió en un ciclista mediático. La Gazzetta dello Sport tituló la gesta de Pantani elevando al ciclista a la categoría de mito (“Pantani, sei un mito”). La etapa del Mortirolo marcaría la carrera de Pantani a futuro: “Ahora mi moral es de hierro. Hay que tener en cuenta que yo no vine aquí para ganar el Giro de Italia: mi trabajo era ayudar a Chiappucci, aunque luego las circunstancias de la carrera y mi propia forma física me dieron un papel importante y la libertad necesaria para trabajar en mi propio beneficio. Luego, tuve la suerte de encontrarme bien en mi terreno, las subidas, y allí pude ganar tiempo”, pero El Pirata, no se conformaría con la segunda plaza en ese Giro.

Así, a pesar del pequeño varapalo que sufrió en la cronoescalada al Passo del Bocco (Berzin aventajó al italiano en 1 minuto y 37 segundos), Pantani volvió al ataque en los últimos grandes puertos de aquella edición del Giro de Italia. El escalador italiano se volvió a jugar el todo por el todo con un ataque en el colle dello Agnello… ¡A más de 140 kilómetros para meta! Pantani, que era segundo en la clasificación general, que era la primera vez que disputaba una gran carrera y que tenía, nada más y nada menos, a Miguel Indurain detrás pisándole los talones decidió poner en riesgo todo ante un posible triunfo en la clasificación general. En la cima del col d’Izoard su ventaja con respecto a Berzin era cercana a los 2 minutos, pero el ruso, bien arropado por Moreno Argentin, no se puso nervioso en ningún momento. El último arreón de Pantani finalizó a las faldas del col du Galibier, mientras ascendía el Lautaret. Ahí murieron las últimas esperanzas de los tiffosi de ver a Pantani de rosa, pues al día siguiente, en la última etapa montañosa con final en Sestrieres, las malas condiciones climatológicas atenazaron a todos los corredores del pelotón excepto a Pascal Richard, que fue quien se adjudicó la victoria. En una etapa corta (120 kilómetros y dos ascensiones a Sestrieres, además, del col du Lautaret y el col du Montgenevre), en la que las malas lenguas murmuraban que Indurain tenía pensado hacer saltar todo los por aires, Berzin fue capaz de hacer visible el rosa de su maillot ante el blanco nieve y descansar, por fin, de las interminables acometidas de sus rivales.

Pedro Ceinos

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