En aquel momento su denominación era Dauphiné Liberé, el rotativo que daba nombre a la carrera, una prueba histórica donde habitualmente se han dado cita los mejores corredores del mundo y que en condiciones normales el ganador de la misma suele ser destacado protagonista de una forma u otra en el Tour, o no siempre.
Nos vamos a la edición de 1996, donde el gran tema de conversación en el entorno ciclístico era la posibilidad de que un corredor superara la hasta entonces, y hasta ahora, infranqueable barrera de cinco victorias en el Tour de Francia, ese corredor era por supuesto Miguel Induráin. El navarro se presentaba a la cita para el prólogo inicial en la localidad de Megeve como vencedor de la anterior edición de la carrera. Un prólogo corto en el que se imponía el especialista de la época en estas lides, el británico Chris Boardman, con los grandes favoritos como Rominger, Induráin o Jalabert en pocos segundos.
Ya en la segunda etapa vencida por el francés François Simon, se pudo ver en las posiciones delanteras a Induráin dando algunas muestras de lo que estaba por venir en las siguientes jornadas. Dos días después llegaba uno de los momentos clave de la Dauphine de aquel año, el Mont Ventoux. El famoso gigante de la Provenza, territorio de leyenda para el ciclismo, con su ausencia de vegetación y su viento eterno se rendía ante la exhibición de dos de los grandes corredores franceses del momento, Laurent Jalabert y Richard Virenque. Para este último fue la victoria de etapa en la mítica montaña mientras que Jalabert, que por entonces militaba en el conjunto ONCE, se hacía con el liderato con una interesante ventaja.
En la jornada posterior al Ventoux los corredores afrontaban una etapa contrarreloj de 42 km entre las localidades de Gigondas y Beaumes de Venise. Una dura prueba para el líder Laurent Jalabert ante grandes especialistas como Rominger o Induráin. El navarro no defraudo y se alzó con la victoria magistralmente por delante del suizo Rominger y del británico Boardman. El líder perdía 50 segundos con Induráin pero mantenía el maillot amarillo.
Y por fin llegaban los Alpes. La temida cordillera daba la bienvenida al pelotón del Dauphiné con una espectacular etapa camino de la ciudad amurallada de Briançon, con las ascensiones al Col de Vars y por supuesto a otro gigante, el Izoard, al igual que el Ventoux otra montaña legendaria. Ya en Vars el líder Jalabert pasaba por problemas y perdía algunos segundos que posteriormente iba a recuperar haciendo un gran esfuerzo. Sin embargo el durísimo Izoard pasaba una gran factura al corredor francés de la ONCE que perdía el contacto con el grupo de Induráin donde también marchaban Escartín, Leblanc, Virenque y Madouas.
El navarro del equipo Banesto corona en solitario el gigante Izoard y aunque todo parecía escrito para un triunfo sin oposición del navarro, una inesperada tormenta en el descenso le hizo tomar precauciones y fue alcanzado por sus perseguidores. En el final en las calles empedradas y en ascenso en Briançon se vive un duelo por el triunfo de etapa entre Miguel y el francés Madouas, que se decanta por el ciclista español después de este maratón de puertos alpinos, dejando el triunfo en la clasificación general sentenciado. En la jornada siguiente camino de Grenoble el francés Laurent Jalabert, agotado, abandonaría la carrera.
Miguel Induráin se hacía con su segunda Dauphine Libere consecutiva en la que fue su última victoria en la general de una carrera por etapas, dando un golpe moral a sus rivales para el Tour’96. Sin embargo ese Tour se convirtió en una auténtica pesadilla para Miguel. Las pésimas condiciones climatológicas, con mucho frío, y un portentoso Bjarne Rijs dejaron al navarro y a toda la afición española sin el ansiado sexto Tour.
ALBERTO DIAZ