Nacido en Casablanca, el francés fue uno de los ciclistas más bravos de la pasada década. Pese a que el ciclismo estaba cambiando hacia un modelo más cuadriculado, fue de los pocos que se resistió a seguir el camino del matadero que sus compañeros de profesión eligieron. En época de Armstrong fue de los pocos que supo plantarle cara, buscar una guerra en la que no podía competir con él.
Tras haber sido podio en el Tour y gran rival del mejor Ullrich que jamás se haya visto, y pese a haber sufrido en sus carnes la persecución de la Justicia francesa en el caso Festina, Richard volvería transformado en un corredor nuevo, concentrado en el lucimiento puntual, en la gloria real, el aplauso consensuado del público en lugar de un reconocimiento más prolongado de un puesto de honor.
Habiéndolos conseguido casi todos, un gran escalador como él tendría que plantearse nuevos retos. Sol, escapada de largo recorrido, Virenque entre los fugados y victoria. En ese contexto era insuperable, incluso con la suerte de su lado, como en la llegada a Morzine del año 2000. Entonces Roberto Heras cayó en la última curva y le dejó en bandeja un triunfo que había labrado en el Joux Plane.
El Mont Ventoux cuenta con su huella en la cima, pero sería la localidad alpina la que le vería triunfar de nuevo. Siempre su foco, siempre llevando la contraria a la falta de combatividad, siempre con sus gestos a cámara.
Diez años cumplirán en julio de su último Tour, de su retirada, pero desde entonces sólo un hombre se ha aproximado, a su manera, a esta filosofía de ciclismo, y no es otro que Thomas Voeckler. Esa teatralidad es justo lo que necesita el deporte, una pizca de polémica y mezcla de amor-odio en los aficionados. Así fue Virenque, el irreverente, el inconformista.
Dlc
irreverente….de acuerdo, pero que grande era y que espectáculo ofrecía el bravo francés, siempre al ataque, a 10km de meta o a 200km, cuando lo veíamos escapado sabíamos que esa sería la escapada buena, y si llegaban él ganaría….